Todos los días, Henry Villca Suntura siente la satisfacción de hacer lo que más le gusta: ser cantante. Ahora, en Europa, donde radica, el joven tenor vive a mil por hora... En sus cortos cuatro años de carrera, ya hizo lo que a muchos les llevaría toda una existencia. Cálido, transparente, por momentos pensativo y sobre todo sorprendido con el giro que dio su vida en menos de una década... A Villca aún le cuesta creer que no sólo ha cantado con los mejores ensambles de Europa (Fortuna y Música Temprana) o con directores como Jos van Veldhoven, Jos Vermunt, Hoite Pruiksma, Charles Toet o Peter Koij, sino que también ha pisado los escenarios más famosos del Viejo Mundo (Hagia Sophia en Turquía; la capilla del Palacio Real, de España).
Soñador, como es él, ni en sus mejores fantasías pudo imaginar lo que hoy está viviendo… Es considerado uno de los grandes exponentes nacionales del canto lírico. Fue invitado para cantar la Pasión según San Mateo, de Johann Sebastian Bach, convirtiéndose en el primer boliviano y uno de los muy pocos latinoamericanos en cantar esta famosa obra junto a la Amsterdam Baroque Orchestra.
Hasta hace poco estudiaba en el conservatorio de Amsterdam (Holanda), pero, desde este año, lo hará en el de La Haya, donde se especializará en canto barroco y renacentista. Pero para entender la emoción que ilumina los pequeños ojos de Henry Villca hay que retroceder en el tiempo: nació y creció en Viacha, luego con sus padres (él, militar y ella, comerciante) se mudó a El Alto.
Fue en la escuelita donde a este joven de hablar pausado le gustó tocar las zampoñas y los bombos, claro que, confiesa, todavía no sentía una inclinación por la música, porque en su cabeza estaba la idea de seguir la carrera militar como su padre, don Severo Villca. Pero, irónicamente, la música nunca lo abandonó y volvió a encontrarse con ella poco antes de salir bachiller. Ingresó al conservatorio de La Paz. “Y elegí la guitarra clásica. Llegué a ganar un concurso nacional. Me dije: ‘Si gano, voy a seguir haciendo música y si pierdo entro al colegio militar’. Gané el primer lugar. Durante un año me dediqué a ser guitarrista, pero era una constante pelea con mi padre, porque no estaba de acuerdo. Me deprimí y lo dejé”.
Henry, entonces, puso oídos sordos a sus sentimientos y lo haría por un largo tiempo; mientras tanto, compartió con su madre, doña Nora, el oficio de comerciante. “Ella vendía zapatillas al por mayor. Comprábamos la mercadería en La Paz y la vendíamos en Cochabamba. Viajábamos toda la noche, llegábamos de madrugada y nos poníamos a trabajar. Era una manera de subsistir muy dura, muy pesada”, recuerda Henry.
El hijo mayor de los Villca Suntura (tiene dos hermanos: Claudia, de 25 años, y Rolando, de 20) tenía que ayudar a parar la olla, hasta que sintió, nuevamente, la necesidad de hacer música, claro que esta vez volvería a sus zampoñas, interpretando folclore, y después lo haría vestido de mariachi, donde descubriría su voz. “Fue mi etapa de bohemio. De lunes a viernes, por las mañanas, ayudaba a mi madre y de jueves a domingo ensayaba y tocaba con mis grupos en peñas y restaurantes”, acota Henry.
Magnitud Bolivia, Wiphala y Wara alternaron el carisma de este músico, hasta que conoció a Piotr Nawrot y, tal como afirma Henry, guió sus pasos nuevamente hacia las melodías clásicas. Integró Coral Nova, que por entonces dirigía Nawrot. Pero no duró mucho tiempo. Claro que el caprichoso destino, que se empeña en llevarnos por donde él quiere, haría que Piotr Nawrot y Villca se reencontraran, en 2004. Ese año la vida del joven viacheño daría un giro de 180 grados: “Piotr me invitó a hacer unas audiciones para elegir a cuatro solistas bolivianos”, dice Henry.
La actividad era patrocinada por Apac (Asociación Pro Arte y Cultura) y la Fundación Príncipe Claus; los premios eran grabar un CD, que sería editado bajo el sello de Channel Clasics y tocar con el grupo inglés Florilegium. Henry Villca, por supuesto, ganó. Así, dejó atrás las zampoñas, los grupos folclóricos y los mariachis. “Yo no había tenido una formación seria en el canto, era amateur, lo hacía por mi cuenta”, asegura Henry, que grabó en su mente dos fechas: el 31 de enero de 2004, cuando ganó el concurso y 31 de enero de 2005, cuando dio en Europa su primer concierto. “Era algo que no lo podía creer, pero estaba pasando”.
Como tampoco olvida el día que llegó a la casa del chileno Rodrigo del Pozo, en Santiago, en marzo de 2004. “Cuando aprendí a tocar guitarra quedé fascinado con la música renacentista, pero nunca había oído obras vocales de esa época. Cuando el maestro (Del Pozo) me preguntaba: “¿Escuchaste esto?”, yo le decía que no. Me prestó unos discos. Aquella noche me fui al hotel y empecé a escuchar las obras y no podía parar de llorar, porque jamás había escuchado música tan bella. Más que llegar al alma, me llenó de ilusiones; era algo mágico, que aún ahora no encuentro palabras para describirlo. En ese momento agradecí a Dios por dejarme escuchar música tan celestial”, rememora Henry, luego toma una pausa y agrega: “Lo único a lo que yo aspiraba era a presenciar alguno de estos conciertos que se dan en los grandes teatros. Pero no sólo los presencié, sino que también fui parte de ellos, de los mismos ensambles que había escuchado y que me emocionaron”.
Cuando en 2006 viajó a Amsterdam para entrar al conservatorio, un maestro le preguntó en qué salas había dado conciertos; Henry enumeró unas cuantas. Entonces, con ironía, el profesor le dijo: “Si ya has cantado en los lugares más prestigiosos, donde cualquier cantante quisiera cantar, ¿qué estás haciendo aquí? Henry, sin titubear, respondió: “Quiero aprender”.
Henry Villca Suntura ha cantado en Italia, Francia, Bélgica, Holanda, Inglaterra, España y Turquía, y lo ha hecho en inglés, italiano, alemán y una que otra pieza en francés. Claro que de todos esos idiomas, el tenor boliviano se siente más a gusto con el alemán; su más exigente crítica es su novia, también alemana. “Ella me ayuda bastante, me da palo cuando tengo errores en la pronunciación. Cuando entras al mundo profesional, o eres perfecto, o eres nada y te botan”, acota Henry. Disciplinado, vive para la música, “es una dedicación a tiempo completo… Yo, aparte de las clases, le dedicó diez horas al día. Para un músico no hay vida social o es muy poca. Creo que en Bolivia existe mucho talento, pero nos falta disciplina”.
Lleva cuatros años siendo como una esponja que absorbe todo lo que puede. Es un apasionado por la historia de los años entre 1450 y 1750; por eso, no es extraño que sienta una verdadera devoción por el laúd, ese instrumento de cuerda pulsada, cuyo origen se remonta a la Edad Media y cuya introducción a Europa se dio por medio de la España islámica.
En La Haya, Villca profundizará aún más en el canto barroco y renacentista, pero también empezará otro de sus anhelos: tocar el laúd, la tiorba y el archilaúd con el maestro Joachim Held en el Royal Conservatory the Hague.
“Ya en La Paz, durante el conservatorio, escuché hablar del laúd. Investigué, aunque por ese entonces no había Internet, así que me frustré, porque no encontré mucha información. Era una intriga saber cómo sonaba... A mi mami le decía: ‘Si me pusieran una Miss Universo y un laúd, escogería el laúd”, dice Henry.
El tenor boliviano quiere viajar mucho antes de pensar en volver a casa; mientras tanto, seguirá contagiando a otros intérpretes nacionales la belleza de la música clásica. “Los bolivianos necesitamos ampliar nuestro horizonte. Esta es una música que nos da otra perspectiva de la vida”, concluye Henry.